El partido que había que jugar

No me gusta ese fútbol. Me imagino que a vosotros tampoco. Lo que pasa es que lo damos por válido porque, como dice nuestro entrenador, pasamos el turno. No sé si es que he bajado la guardia o que la última temporada me ha hecho ser práctico, pero estoy convencido de que era el partido que había que jugar.

El Barça, sin las prestaciones de Ronaldinho, Messi y Eto'o, quienes con ganas y forma son capaces de hacer magia, no puede con proyectos de cracks y jugadores voluntariosos pero que marcan poco las diferencias, enfrentarse a todo un Sevilla a pecho descubierto, en una eliminatoria tan ajustada. Ni siquiera con la esperanza de Henry tras su partido ante el Murcia.

Desgraciadamente había que jugar a la italiana porque, es verdad, lo mejor que podía pasar era marcar un gol, pero lo peor encajarlo. Sí. Es de Perogrullo, pero ese era el lema que quedó fijado en las cabezas de los jugadores. El partido fue, además, una prueba de que la mejor defensa de la Liga española no lo es por casualidad.

Tengo ganas de escribir un post sin hablar del árbitro. El juez del Barçça-Madrid volvió a dejar su toque, de la forma que menos se nota, sutilmente, dejando seguir el juego en faltas evidentes o pitándolas al contrario. Menos mal que no se equivocó en el fuera de juego, pero lo clamoroso fue el remate con la mano de Poulsen, que si llega a ser gol, hubiera estigmatizado a Pérez Burrull de por vida. No nos favorecen, desde luego. Y siguen.