Está costando coger la marcha. Y no porque el juego no salga, no. Es fácil echar la culpa al Mundial, pero es evidente que se nota. Xavi no puede jugar igual que antes, no puede ser insustituible y eso, aunque el Barça siga con su estilo, se nota, porque no hay futbolista que dé vida a los demás como lo hace él.
Ayer cogieron el hilo en los primeros minutos y debordaron a los del Copenhague. No entraron más goles en la primera parte porque por el momento la suerte no está del lado culé. Villa las tiene de todos los colores, pero unas veces el larguero o el poste, otras, las manos del portero, y otras, el fuera de juego por muy poco o mal señalado, están dificultando que se sienta confiado. Pero todo se andará.
Messi marcó un golazo, es verdad, y aprovechó la ocasión del otro, pero noto un cierto bajón en su juego. No sé si necesita descanso, si está saturado de fútbol, pero no tiene esa intensidad, esa electricidad que tantas veces hemos disfrutado.
La verdad es que ayer el Copenhague nos sorprendió a todos. Fútbol danés es sinónimo de hermanita de la Caridad, salvo ilustres figuras esporádicas como Laudrup, pero ayer nos dejó con la idea de que cualquiera ahora mismo hace relojes. Y vaya si los hicieron. Buena presión, orden, velocidad y delanteros interesantes. No está mal. Y claro, al Barça, que quizá no puso todo, le costó y mucho. Sufrimos demasiado para lo que se veía venir, que luego fue otra cosa. Es de esperar que esto sirva de lección para el partido de allí. Importante es que el Barça es líder y que queda un mundo para mejorar. Seamos optimistas.
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