Es como un principio del estilo futbolístico de Guardiola: los goleadores llegan, no están; visitan, no viven el área. El triunfo abultado del Barça sobre el Shakhtar de anoche lo materializaron sobre todo los llegadores, normalmente centrocampistas, también defensas, que aparecen cuando menos se les espera, que aprovechan los espacios producidos por los teóricos delanteros.
Y en ese comportamiento, en la llegada, en la aparición, fue actor principal Dani Alves, que marcó el segundo gol, que pudo meter alguno más y que destrozó con sus impulsos y las zonas libres producidas por sus compañeros, la banda izquierda ucraniana. Lástima que sus centros elevados no tuvieran una mayor precisión. Alves fue tan buen atacante como regular defensa: sus pérdidas de balón y sus espaldas descubiertas pudieron costar más de un disgusto a una zaga que ayer tembló más de lo habitual.
Y es que el Shakhtar es un equipo con muchos recursos atacantes, jugadores rápidos con buena técnica y coordinación, que desnudaron los defectos de unos centrales extraordinariamente lentos, que contaban, solo, con la arriesgada y afortunada cobertura de Víctor Valdés, un portero que puede jugar de defensa libre, de los de antigua usanza. Lo malo es que este eventual papel del guardameta se está prodigando en exceso y los riesgos que corre son muchos: no solo de encajar un gol sino de ser amonestado.
Ante esta circunstancia el barcelonismo implora la recuperación de Puyol, cuyo estado físico y los plazos para su vuelta son casi un absoluto misterio. Pero quizá no es solo la ausencia del central de La Pobla de Segur o de Abidal, en su función de bomberos de emergencia, lo que le falta al sistema defensivo. La presión arriba, en la salida de balón del rival, no se está ejerciendo con la gran eficacia de otros tiempos no lejanos. El Barça echa en falta en los últimos encuentros el denodado trabajo de Pedro, que contagia su esfuerzo a los compañeros, y que ayer salió 20 minutos para prepararse para la maratón de clásicos que se avecina.
Un paso adelante dio el Barçaen la definición. Probablemente gracias a la lucha y los espacios trabajados por Messi y Villa, que llevan, para los culés, demasiado tiempo sin marcar. Lo intentaron a su manera pero parecen no estar finos.
La Pulga, como ya es costumbre, bajaba a recibir, pero ayer lo hizo en exceso, volviendo a prodigar las individuales galopadas de antaño. En muchos momentos del partido se escoró a la derecha, como en sus inicios, pero ahí es menos letal que de falso delantero centro. El asturiano, por su parte, se peleó con la defensa, pero falto de lucidez tanto en el control como en el tiro. Su papel muchas veces es esperar a ver qué hace Messi, quien a veces no aprecia sus desmarques.
En cambio, certeros estuvieron los centrocampistas (incluido Iniesta), en especial Keita, que marcó el cuarto gol con la conjunta perfección del gesto corporal, el efecto y la precisión del disparo.
Y en la asignatura de la definición Guardiola ha recuperado un tema que parecía olvidado: la jugada ensayada. De nuevo, Piqué resolvió una acción entrenada, en un córner, pero no fue la única vez que el Barça aplicó un ensayo con el rubio central y Busquets como protagonistas, los mismos que intervinieron en el gol de Villarreal.
El Barça, pues, está en proceso de espera, pero no lo puede hacer por mucho tiempo, porque las finales se celebran ya. El regreso de Puyol, los goles de Messi y Villa, la aportación de Pedro y el perfeccionamiento de la presión en campo contrario son los retos inmediatos para que la maquinaria vuelva a afinar su producción.
(La fotografía es de lainformacion.com (Getty images)
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