Poesía, arte, fútbol total, máquina de jugar... Es difícil encontrar un calificativo poco utilizado para el juego del Barça. Es belleza, es asociación, es solidaridad, es la mejor publicidad para el fútbol.
El espectáculo está servido y las garantías de victoria a través del juego están selladas. Por un motivo esencial: la humildad. Sin hambre, sin entrega total, no asistiríamos a este fenómeno. Estamos viviendo una época histórica y todos los culés lo sabemos. Nos gustaría que esto no terminara nunca, porque sentimos placer de verdad.
La Real, aunque al final lo pudiera parecer, no es un equipo blandito. Antes del partido eran sextos en la clasificación y de los equipos menos goleados. Salieron con las líneas muy juntas y con mentalidad de presionar al Barça, pero, amigos, cuando la máquina empieza a dibujar líneas solo queda aplaudir.
El concierto de geometría perfecta que interpretó anoche el Barça ya no es sorpresa, pero no por eso deja de entusiasmar, no por eso deja de arrancar ovaciones del público que lo presencia. La ola final del Camp Nou es la expresión de este divertimento.
Los pases son matemáticos. El juego se desarrolla con precisión inaudita, los jugadores se colocan de forma equilibrada ocupando los espacios para encontrar los caminos hacia el gol. Es la técnica, sí, pero también el pensamiento. El Barça elabora a fuego lento, como mejor salen las recetas, y nunca regala un pase. Todo está atado, los movimientos son calculados y las paredes salen con tal naturalidad que parecen fáciles. Al final, como consecuencia de esos movimientos, llega la goleada, pero más incluso que la contundencia del resultado lo que produce el gozo es la forma de llegar a ella. No sé si saben los jugadores la felicidad que producen en la gente, no sé si son conscientes de que están haciendo historia.
(La fotografía es de Claudio Chaves, y está extraída de www.elmundodeportivo.es)
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