Los alicantinos jugaban a esperar. A esperar un contragolpe, un fallo en la elaboración blaugrana, plan más que complicado. No obstante, tuvieron sus ocasiones. Pocas, diría que solo dos, y de ellas la de Trezeguet la única evidente.
El Barça elaboraba, disparaba pero bien Calatayud -muy buen portero- o la falta de acierto, impedían que se adelantara en el marcador. Hasta que llegó el abrelatas Pedro y despejó la incertidumbre.
No parecía la noche de Messi, desacertado, controlado por los defensas, con numerosas pérdidas de balón. El argentino estaba irreconocible y nos hacía pensar que es humano. Sin embargo, ni en los días más aciagos Lionel se rinde o desaparece. En los últimos minutos clavó dos golitos, aunque sabía que no había sido su partido. Tampoco Villa estuvo muy fino, quizá en ambos casos el cansancio del miércoles influyó.
Quien sí lo estuvo y van partidos fue Andrés Iniesta. Prodigioso juego de control y regate, inteligencia sublime. Este tipo además de bueno lee como pocos los partidos. Ahora me voy para atrás para desatascar arriba, ahora giro hacia la derecha, pero oriento de nuevo a la izquierda. Prodigioso, como el maestro Xavi, que cuando tiene que parar el partido lo para o cuando tiene que sentar a dos contrarios -qué bella acción- los sienta. Los dos pequeños llevan el peso de este Barça, la pausa, la escuadra y el cartabón.
Sobresaliente el trabajo de Busquets, cortando casi todo avance alicantino y dando al primer toque o el del incombustible Abidal, seguridad defensiva, espectáculo atlético. Y por supuesto, de Pedro, arriba, abajo, me muevo, disparo, me abro, entro. Pura movilidad, pura concentración, ganas de no parar. La gloria es efímera, pero el trabajo te puede mantener en ella.
Este equipo igualó el récord de victorias seguidas en la Liga, que viene, nada más y nada menos, que del año 1961. Una bestialidad. ¡¡¡Y lo puede superar!!!
(La fotografía es de Manel Montilla y está extraída de www.elmundodeportivo.es)
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